miércoles, septiembre 14, 2011

HK

La isla de Hong Kong es de un tamaño considerablemente menor que el de Gran Canaria (tan solo 80 km2). Tanto en la isla como en la región, que tiene parte continental, han optado por un desarrollo de crecimiento vertical que asombra a unos ojos de otro isleño pese a las expectativas previas de encontrar una megaciudad atestada y llena de rascacielos.

A mi llegada a las siete de la mañana, después de las tribulaciones del viaje, al aeropuerto, lo primero que llama mi atención son los paneles que alternan la información en chino e inglés, el calor húmedo del exterior, y la visión lejana de algunas torres organizaditas y agrupaditas junto a unas colinas no tan suaves.


Durante la espera gracias a la incompetencia de British Airways con mi equipaje, y esperando el transporte que me llevaría al hotel, fue ver que los precios de las botellas de agua en el aeropuerto no eran excesivos. Pensé, si aquí cuestan esto, en la ciudad costarán aún menos. Me equivocaba, los precios eran similares, al igual que en restaurantes. Una estrategia de venta muy diferente a la de los aeropuertos que uno visita más a menudo.

En el trayecto al centro en guagua, comienzan a verse más de cerca las torres de viviendas, no acristaladas de los habituales rascacielos de los centros de negocios, sino más sencillas y en las que llamaba poderosamente la atención los cientos de aparatos de aire acondicionado, que daban la impresión de ser uno por ventana.


La disposición de los edificios era realmente vertical, no se veían urbanizaciones. Llamaba la atención apreciar que alrededor de torres y rascacielos se encuentran colinas y montañas, con vegetación frondosa. Días más tarde visitaría el pico más alto, con algo menos de 1000 metros en la isla de Lantau, y ronda los 550 metros en pico Victoria en la isla de Hong Kong.

Llegaba un domingo, tras desayunar y ducharme, no conseguí conciliar el sueño en un intento de cabezada. Decidí dar un paseo, primero para adquirir algo de ropa porque después de haber salido el viernes, la maleta aún estaba por llegar (gracias British Airways). No descubro nada escribiendo que Hong Kong (HK) es una ciudad comercial, pero combina los mercados de calle que resultan más exóticos para un occidental, con las grandes torres comerciales donde un centro comercial puede ocupar una serie de pisos pero difícilmente la torre completa, como ocurre en Causeway con por ejemplo la torre comercial Times Square, frente a los callejones de mercadillos cercanos, donde lo que a primera vista parece una tienda de frutos secos, resulta vender muchas más cosas secas que simplemente frutos secos, o las pescaderías donde nada parece estar muerto, infinidad de pequeñas bañeras muestran el producto.

Mayoría de población china en las calles, tranvías que daban un sabor añejo, y en horas punta infinidad de personas cruzando por los pasos de peatones. Sabías que querías cruzar, pero con el muro de gente que caminaba en dirección contraria parecía casi imposible. Menos mal que era más alto que la media ...

Pese a que el transporte público es muy bueno y no caro, pudiento sacarte fácilmente la tarjeta Octopus, recargable y válida para hacer algunas compras. Olisnear en una ciudad me inclina a hacerlo a pie. Caminaría luego hacia Central, pasando cerca del palacio de congresos junto una de las paradas del Star Ferry (recomendable para cruzar a Kwoloon, o a la inversa, barato y permite tener otra vista de la ciudad).



En las zonas céntricas las torres acristaladas están a menudo unidas por pasarelas que facilitan el tránsito a pie en zonas de mucho tráfico. Se notaba el calor en mi trayecto hacia Central. Empezó a llamarme la atención la cantidad de personas que en las plazas y pasarelas hacían picnic, charlaban, jugaban a las cartas, organizaban coreografías, o incluso cantaban. Ya en Central había calles cortadas con cientos de personas, mayoritariamente mujeres, disfrutaban de su tiempo de ocio. No eran chinos, luego sabría que los domingos el personal de servicio, mayoritariamente filipinos, libra y se reúne en esa zona.

Por la noche sería la recepción del congreso que me ocuparía durante la semana, pero en el camino de vuelta hacia el hotel, a pesar de que el sueño del cambio horario se hacía muy patente, me acerqué a ver el skyline nocturno de Kwoloon, desde los aledaños del palacio de congresos.

El resto de los días, conocer la ciudad se limitató a las horas de la tarde y al fin de semana. El lunes usé por primera vez el Star Ferry para acercarme a Kwoloon. La zona de la ciudad en el continente. Desplazamiento con los ojos muy grandes viendo caer el sol,. Eso sí, ver el agua de cerca no daba ninguna gana de bañarse. Llegar a Kwoloon te hace descubrir multitud de zonas comerciales más. ¡Uf! Con otros colegas esperamos al espectáculo de luces. con los rascacielos en el paseo de las estrellas.

Luego tendría mi primera experiencia comiendo noodles japoneses en sopa con palillos (en un local de lo que parece una cadena, Ajisen Ramen), y el primer vaso de agua tibia al sentarme. Ese día como era opaco pensé que sería una infusión ligera. Aún no tengo claro la costumbre, me daría cuenta días más tarde cuando tras regresar de un pateo con mucho calor, aluciné al comprobar que no me servían agua fresca sino tibia ...

Si tienes tiempo en esa zona, no dejes de visitar el mercado nocturno de Temple Street. Aunque sólo estés curioseando cabarán haciéndote regatear, parece imposible escapar ...


Yendo hacia el norte desde Jordan street, la siguiente intersección tenía mucho ambiente para comer y tomarse una cerveza, y como turistas junto a locales acabamos comiendo pescado frito en el local llamado Spicy Crabs (quizás) con palillos y cerveza San Miguel de HK.

Por toda la ciudad, alejándose de los macro centros comerciales, los negocios parecen ir por zonas, barrios con tiendas de animales, electrónicas, de flores, mercado de jade, eso sí, no parece existir una manzana sin tiendas.


Pero Hong Kong ofrece mucho más que la ciudad y sus tiendas. Aprovechando que me quedaba el fin de semana, investigué por las posibilidades de hacer trail, y no son pocas. En realidad hay gran cantidad de orografía protegida que ofrecen al visitante zonas natural que quizás nadie que no ha vititado HK lo asume de antemano.

Son cuatro los trails recomendados en Hong Kong: Lantau, Macleose, Wilson y Hong Kong. Una página que me sirvió para conocer detalles de los distintos recorridos es la de Roz. El cuarto de ellos recorre la isla de Este a Oeste a lo largo de 50 kilómetros repartidos en 8 secciones, imagino que por las posibilidades que las misma ofrecen de acercarse por medio de transporte público.
En mi caso pude recorrer la etapa 3 del Lantau trail y hacer completo, en dos partes, el HK trail.
En las secciones que pude realizar de Lantau y Hong Kong, destacan las vertiginosas subidas y bajadas que están habilitadas frecuentemente con escalinatas. En esas zonas probablemente si no existieran, la vegetación y las lluvias dejarían impracticables los senderos rápidamente.



El pico más alto, con algo menos de 1000 metros en la isla de Lantau, debe ofrecer buenas vistas en días claros, ... en mi caso no tuve esa suerte. Con el objetivo de caminar/trotar un poco tomé el metro hasta Tung Chung y como buen turista el teleférico (hay guaguas) hasta Ngong Ping, donde se encuentra el buda de Tian Tan. El plan era visitar un poco y luego hacer un trozo del trail, teniendo en cuenta que no disponía de linterna.


La subida hasta el pico desde el buda, pese a ser corta, me hizo sudar la gota gorda por la humedad ambiente. El recorrido si bien solitario se caracteriza por ser en numerosas partes escalonado y no contar apenas con vegetación de porte. Cuando llegaba al cruce de la carretera, era algo tarde y no me aventuré a cubrir otro sector sin disponer de un frontal, así que decidí seguir la carretera y dirigirme hacia la estación de metro den Tung Chung. Por cierto, las carreteras que me encontré siempre tenían una buena acera que permitía no tener que esperar por la guagua (por cierto bastante frecuente) sino incluso echarte a trotar en el descenso. La única sorpresa, las vacas pastando junto a la carretera de no precisamente poco tráfico. Ya en las cercanías de la población aparecen enormes torres y el consecuente centro comercial anexo. En este en concreto me resultó bastante complicado comunicarme en inglés, en realidad no me encontré con otro occidental hasta que más tarde llegué a la estación de metro.


Aprovechando las buenas sensaciones que corretear por las islas me produce, y una vez que ya hemos probado a buscar competiciones cuando estamos por ahí (Etna),

El HK trail es más corto, 50 km, estando su punto intermedio a no tanta distancia del centro. Vamos que te lo puedes hacer como calentamiento. Antes de volar hacia HK busqué posibles carreras para los días que estaría allí. Eran varias las convocatorias, y por suerte encontré una, que si bien era corta, era en subida, lo cual me motivaba: en la Victoria to Peak Challenge.

Aproveché la prueba, para arrancar el día primero con la subida desde el puerto Victoria al pico (aquí el enlace a la minicrónica). Tras el opíparo desayuno, siendo apenas las 10 de la mañana, mi plan era intentar continuar esa mañana y hacer el primer sector del Wilson Trail hasta Stanley. Pero preguntando en la meta de la carrerita me comentaron el inicio de ese primer sector del Wilson Trail estaba lejos. Me recomendaron hacer 25 kilómetros del Hong Kong Trail (o coger un taxi). Opté por cambiar uno por otro, y tras recoger la mochila, con agua y algo de avituallamiento, me dirigí a seguir la señalización y cubrir las cuatro primeras etapas hasta Parkview, justo en la encrucijada con el Wilson Trail, desde donde esperaba regresar a la ciudad.

Las vistas de la ciudad son imponentes desde esa zona. El recorrido posteriormente es bastante sencillo, sin embargo, a pesar de la abundante señalización tuve un par de despistes, o quizás se deba a que en ocasiones la señalización no indica que estás en el trail sino hacia lugares, que pueden ser intermedios o no, y de los cuales los nombres no me resultaban fácil de retener. Pese a todo, llegaría con bastante facilidad a Parkview, tras pasar numerosas zonas de parques, otras asfaltadas, de tierra, otras más solitarias, con vistas al puerto de Aberdeen y el cementerio. (Posteriormente viendo alguna escena de Tom Raider, aseguraría que fue rodada justamente allí), y una subidita en la parte final cuando ya en calor exageraba estaba buscando donde refrescarme. Una gasolinera me daría la oportunidad de hacerlo en Parkview, con una económica lata de San Miguel de medio litro con anilla como las de antes. Fue lo suficiente refrescante como para considerar que ir hasta el hostal donde me quedaba el fin de semana (y donde aprendería lo que es una habitación sin ventanas) en la céntrica zona de Causeway. Tenía curiosidad por averiguar si era sencillo llegar al centro a pie. Realmente no fue complicado, diría que un 97% con acera. Me pareció tan sencillo que al día siguiente haría el recorrido inverso para continuar con la segunda parte del trail.

Las últimas 4 etapas fueron mucho más calurosas. Con más caminantes, los locales mayoritariamente escuchaban música (sin auriculares), las mujeres que portaban parasoles y escasos corredores chorreantes por el calor. En cuanto a paisaje quizás fueron los últimos dos sectores del día los que más me agradaron. El sol apretaba, por suerte comenzaron a surgir algunos arroyos y acabaría metiéndome por completo en uno con la compañía de una libélula. Hasta ese momento había procurado no beber agua no embotellada, pero el calor lo impidió, suerte de los arroyos. Este tramo tiene más subidas y bajadas, y antes del trozo final se dirige hacia el mar a una playa en Tai Tam Bay. Con el calor que hacía iba con la idea de meterme en el mar, pero llegar allí, y no ver a gente en el agua me dio mala espina, y opté por continuar hacia el destino. Viendo en googlemaps lo que hay al lado tras un recodo de la costa quizás tenga su sentido).

Seguiría el sendero con una subidita, donde tuve una pérdida importante sin percatarme ya que de repente observé que según la señalizacion iba en sentido contrario (!). Ni me enteré de haber cogido aparentemente un atajo. Es la zona más al Este de la isla, y la playa que se ve abajo sí tenía bañistas. Sin embargo, las ganas ya estaban bajas y apetecía más buscar líquido. Así que en lugar de llegar hasta Shek O, me dirigí a Wai Chan. En el camino debía pasar por un cementerio (curioso a los ojos de un canario). En la puerta pregunté por la estación de metro, y como era lógico me dirigieron hacia el centro comercial desde el que acceder a la estación. Sancochado entré en el centro comercial refrescado a base de aire acondicionado donde primero me dirigí a un supermercado a reponer líquidos. Compré un curioso zumo de aloe de 1 litro que entró divinamente, a lo que siguió una cerveza mientras comía en un local del centro comercial, donde era el único occidental. Mi experimento no me dejó nada encantado .... El plato que escogí no lo recordaré por lo agradable que me resultó, en particular digamos medio huevo duro. Ya fue raro morderlo y encontrarme con la cáscara (era blanca y mi sensibilidad con los palillos es escasa), pero el sabor fue realmente diferente y no precisamente atractivo. Tras la experiencia culinaria optaría por coger el metro hacia "casa", darme una ducha y luego meterme en la marabunta de personas comprando en Causeway Bay.



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martes, septiembre 13, 2011

Una vuelta por Sicilia




"Sicilia, 1920 .. " que decía siempre una de Las chicas de oro, no es el caso y me quedo en verano de 2010. ha pasado el tiempo, pero aún no me había decidido a volcar algunas notas, las del trail del Etna, que más que nada, le sirven a uno mismo de recuerdo de lugares y situaciones.



Tras aterrizar en el aeropuerto de Palermo, coger un coche a todo riesgo, por la fama del modo de conducir en la isla, y dirigirse hacia la catedral de Monreale a ver sus mosaicos, he de decir que mi primera incursión en el tráfico de Palermo resultó toda una experiencia. La autopista al entrar en la ciudad, para en cierta medida rodearla, se convierte en avenida con semáforos, que pese a tener tres carriles dibujados, observarás que son unas cinco filas de coches las que avanzan, dado que algunos conductores "juegan" en el arcén y entre dos carriles. Las convenciones son diferentes (pronto descubriría que picar las luces significa ¡ojo que voy! y no que te cedan el paso), y requirieron de unas horas de práctica para aprender que no puedes esperar a que te den paso, sino que hay que meterse o no lo conseguirás.

La visita a la catedral sirvió de recordatorio sobre tomar algo cerca de un monumento en Italia (y en tantos lugares), será caro y menos gustoso.

Para alojarse, la opción escogida no fue Palermo sino uno de los extendidos B&B de la isla en concreto el Villa Genovese cercano a Trapani. Alejado del centro en una zona tranquila. la excursión nocturna era conocer el centro de Trapani y degustar platos locales. Tras preguntar en el centro, la recomendación fue acercarnos a la zona del puerto, allí acabaríamos en la Hostaria San Pietro (30€ 2pax), de curiosa decoración, singular atención y sabrosos busieli norma y el ineludible Cannolo siciliano.



La costa entre Trapani y Marsala se encuentra salpicada de salinas que en días azules permiten ver multitud de colores en sus charcas. Llegar a Marsala, conlleva escuchar hablar de su vino, y lógicamente sus bodegas, algunas de las cuales ofrecen la posibilidad de visitarlas. Por horario pudimos acceder a la histórica Florio, que además de describir el proceso de elaboración del vino y la desgustación, te permitirá escuchar hablar del paso de Garibaldi por la bodega. Los locales comentan que es un vino de meditación, creo que tras probar un poquito me inclino por el Marsala Vergine, pese al sablazo que me llevaría en una vinoteca con el exquisito Buffa Marsala Vergine.



Al día siguiente, camino del Ecotrail del Etna, el destino fijado era Messina, pensando en una parada en alguna cala de la Riserva dello zingaro. Desafortunadamente, el calor y el viento cerraban el acceso por precaución ante la alarma de incendios. Para sustituirlo nos acercamos a la tonnara en Scopello, donde como es bastante habitual en Italia debes pagar para acceder a la playa. Nos dijeron que no existía otro acceso cercano al mar, pero mentían, apenas un centenar de metros más al norte el agua nos recibía con bellos azules en la Baia de la Luce. Por la tarde corta parada en Cefalú, llegada a la colapsada de tráfico Messina, para pasar la noche en Gechi di Mari, bajar al lago y probar los mejillones en una trattoria, cuyo nombre ni recuerdo porque ni fú ni fa (26€ 2pax).



Los siguientes días desde Santa Venerina para la mencionada carrera del Etna (ver para más comentarios de la zona), incluyendo visitas a la Gola Alcantara, Castiglione di Sicilia, la cara y coqueta Taormina, baño en Letojanni (con sus curiosas sombrillas guardando sitio al aterdecer) y cena espectacular en La Scolgliera de Santa Margherita incluidas (50€ 2pax).



De camino a Agrigento decidimos quedarnos a medio camino en Rosolino (B&B centro storico que es realmente un apartamento y el más económico de los visitados) con el objetivo de visitar Siracusa, en particular su parte antigua conocida como Ortigia (y según los comentarios de algunos locales, famosa por los tirones, pero ni rastro), y Noto. Noto en una noche de agostoes una delicia por la temperatura, sus calles barrocas y por poder encontrar rincones para el disfrute del paladar como la casera Trattoria del Carmine (25€ 2p).



Camino de Agrigento, el calor apretaba y apetecía el baño. Fue posible en la punta sur de la isla, junto a la isola delle corrente. Es habitual que en los aparcamientos cercanos pidan la cuota para vigilarte el coche, así como en las gasolineras automáticas por ayudarte a repostar e incluso en los tramos de peaje, por ayudarte a sacar el tique. No te sorprendas pues.

Tras el baño paso por Módica, conocida por su producción de chocolate siguiendo la receta traída por los españoles desde América. Comida en una jornada calurosa en la coqueta Osteria dei sapori perduti (30€ almuerzo ligero 2pax). La compra de chocolate en diversas variantes además recomendable, el de Caffé dell'Arte buenísimo. Eso sí, Agosto es caluroso.



El recorrido por carretera hacia Agrigento es largo y complicado al atravesar las poblaciones, mucho tráfico y al modo siciliano. Escogemos Favara para el alojamiento, evitando la ciudad. para al día siguiente recorrer la Valle dei Templi. Ojo porque no todos los accesos disponen de taquilla. Día de mucho calor, camino de la Scala dei Turchi, la visión del color azul de una playa junto a Porto Empedocle (creo recordar Baia del Caos), hizo obligatoria la parada. Sorprendentemente el agua estaba helada. El baño aquel día en la Scala dei Turchi, no fue tan agradable aunque sí mucho más escénico. Luego excursión en búsqueda de un pequeño pueblo en el que alguna guía recomendaba la trattoria Da Carmelo, tras muchas vueltas y preguntas llegaríamos a Joppolo Giancaxio. Lástima que al estar en fiestas la atención fuera lenta, pero el precio, el ambiente y la satisfacción, merecieron la pena.



Se acababa el giro, destino nuevamente a Marsala, con tiempo para mojarse y alcanzar la Isola Grande a pie desde la Torre San Teodoro, siguiendo uno de los antiguos caminos de la sal, gozarse el atardecer sobre las salinas, visitar a Erice, junto a Trapani, y la entrada por fin a la Riserva dello Zingaro, esta vez sin alerta, desde San Vito lo Capo. Aguas cristalinas y un lujo llevar unas gafas para apreciar la fauna bajo el agua. La cuota por el acceso a la zona de la reserva era de 3€ por persona.

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